Así debéis hacer vosotros:

Manteneos locos,
pero comportaos como personas normales.
Corred el riesgo de ser diferentes,
pero aprended a hacerlo sin llamar la atención.

Así debieramos hacer todos...

29 enero 2007

DOLOR

Él no podía ni imaginar lo que dolía, cuan ignorantes somos a veces de los avernos de cada uno. Siempre que le escuchaba hablar los quehaceres de su hogar, de su vida, de sus momentos de ocio, de su familia, siempre sin excepción notaba un pequeño pinzamiento que le abatía en algún lugar recondito del pecho. Eran esos momentos que sabía nunca tendría la más remota posibilidad de vivir a su lado, aunque cada fibra de su persona lo deseara con locura. ¿Por qué lo deseaba tanto? No lo sabía, que no se lo preguntara nunca él, hacía tiempo que había dejado de preguntárselo a sí misma, porque ella tampoco encontraba respuestas lógicas. Los deseos son traicioneros y los provocados por el amor más aún, y contra él y contra ellos estaba intentando luchar de continuo, él no se podría jamás ni imaginar de que manera. Era un gran monstruo que se había adueñado de su persona, que le llenaba enormemente, pero también la devoraba implacablemente.
Pero lo peor de todo era escucharle hablar de sus esquemas, sus malditos esquemas, lo diferente de sus maneras de pensar y de actuar, y de vivir. Le desmontaba por dentro, desolación. El pinzamiento se convertía en un puño fuerte y poderoso que agarraba su corazón y lo estrujaba sin piedad alguna, cruelmente. Y sentía salir sus ojos de las órbitas que les habían sido otorgadas, porque sentían la necesidad de llorar y no podía, no quería que le viera llorando, prefería estar sola para hacerlo. Llorar por no ser lo suficientemente buena para estar con él. Todo resultaba tremendamente desconsolador, y más cuando se sentía capaz de cambiarlo todo por alguien seguramente no tan bueno y noble como lo que ella ya poseía, pero lo haría sin dudar. Y no le quedaba más que la angustia y de nuevo las ganas de contenidas de romper a llorar porque él decía quererla, pero porque nunca sería la adecuada, la conveniente para desear compartir una vida con ella, como lo hacia con otra, que aunque ciega, sorda y traicionada, si lo era.
¿Cómo no quererla? Era maravilloso compartir esos instantes escogidos, sus conversaciones, esa conexión sexual tan abrumadora que poseían. Se preguntaba constantemente como no podía parecerle maravilloso aquel escenario, como no podía disfrutarlo como hacia él. No, no podía. Simplemente se moría de una manera lenta y dolorosa porque se perdería por él, porque sin saber los motivos que le habían llevado a ello le amaba, le quería, le adoraba y sería capaz de hacer cualquier cosa por él.

Cualquier cosa hasta dejar de verte
porque no me veas morir de no tenerte.

No hay comentarios: