Así debéis hacer vosotros:

Manteneos locos,
pero comportaos como personas normales.
Corred el riesgo de ser diferentes,
pero aprended a hacerlo sin llamar la atención.

Así debieramos hacer todos...

17 octubre 2007

THIRD CONDITIONAL (2)

Hoy es otro de esos dias dignos de nostalgia, porque hoy es la segunda de las tres grandes dudas torturantes del tercer condicional de Sophia, Ya quedan menos, ya sólo una.
Tantas clases de inglés impartidas, de las que las últimas fueron las mejores de su vida, para que las palabras que le resultasen más inquietantes fueran aquellas de algún profesor olvidado que dijo del Third Conditional: Dicese de la estructura utilizada para dar rienda suelta a la acostumbrada imaginación del ser humano adulto de mirar al pasado e indagar acderca de "que hubiese sido de...si pudiera cambiarlo".

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiese llegado nunca a aquella segunda cita en el parque, aquel pretendido paseo que fue saboteado por una tormenta de Otoño?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiera acabado sentada frente a él en los reducidos metros cuadrados de un monovolumen?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiese vuelto a escuchar aquella voz para ella melodía, y no hubiera osado a darle opción a dar el sí a una locura?

¿que hubiese sido de si Sophia si no se hubiera dejado mirar tan de cerca por esos ojos azules enormes que se desprendieron de esas gafas, para embriagarla aún más con esa mirada escudriñadora?

¿que hubiese sido de Sophia si no se hubiera dejado arrastrar de nuevo por la tentación de dejarse besar por esos labios pequeñitos y regordetes, que ese día la colmaron de besos, los más dulces, más que la propia miel y que jugaron con su boca de una manera sublime?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiera accedido a colarse en el asiento trasero para dejarse abrazar y acariciar?

¿que hubiese sido de Sophia si no le hubiera hecho caso y no le hubiera dejado cumplir su deseo de empezar a descubrir su extraña sensibilidad como él quería: inmovilizarla y empezar a besarla desde las pestañas, hasta el cuello, los brazos, las manos, los dedos, el desfiladero de entre sus pechos, los pies, sustrayendo su camisa y lamerle el vientre, los pechos, su espalda, y acariciar con timidez con sus dedos bajo el pantalón apretado su sexo terriblemente húmedo y jugar con dulzura y sin insistencia con él? Todo con esos labios que han sido, son y serán su perdición?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiera implorado no querer que fuera allí, así el momento en el que hicieran el amor por primera vez?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiera escuchado un “no lo haré, esperaré” que le resultó más mortificante todavía?

¿que hubiese sido de Sophia si no le hubiera dejado el sabor de boca incertero de haber sentido haber hecho el amor con él a través de su ropa?

¿que hubiese sido de Sophia si horas más tarde no se hubiera dado la vuelta de su viaje progaramado por sentir el temor de que ese podía ser el último día de su estancia en este mundo?
Aún una duda torturante más....la mayor

El resto ya no se hubiera podido cambiar, no hay nada más que celebrar o lamentar.

16 octubre 2007

CAPERUCITA FEROZ

Dicen que es en ese momento fronterizo con la muerte, en el que ves pasar eventos de tu vida entera en un minuto. Aquellos que la han marcado y los que han perfilado ese instante vertiginoso que es el partir desde esta vida hacia el vacio.

Para Feroz fueron.




Aquel punto en que Feroz pasó de ser un cachorro a un ser lobo joven, incansable, insaciable e inquieto.

El día que vio a su primera Caperucita. Tan hermosa, tan delicada, tan suculenta. Feroz, inexperto, dejó que su instinto se apoderará de él. Cómo la embaucó, como la asedió, como la capturó, como la mordió, como la cató, como la paladeó, como la degustó, como le deleitó, como se recreó, como se relamió, como lo percibió, como lo disfrutó.

Ver pasar decenas de Caperucitas, todas y cada una de ellas a su manera tan hermosas, delicadas, suculentas. Mezclarse el instinto cada vez más con la experiencia y el placer del saber actuar. Cómo las embaucó, como las asedió, como las capturó, como las mordió, como las cató, como las paladeó, como las degustó, como le deleitó, como se recreó, como se relamió, como lo percibió, como lo disfrutó.

El día en que a uno de sus hermanos mayores de la camada, le confesó haber descubierto porque había venido a este mundo, cuál era su misión en esta vida: mi misión es embaucar, asediar, capturar, morder, catar, paladear y degustar Caperucitas.

Ver pasar otras decenas más de Caperucitas, todas y cada una de ellas a su manera, tan hermosas, delicadas, suculentas. La experiencia y el placer del saber actuar para complacer sus instintos. Embaucarlas, asediarlas, capturarlas, morderlas, catarlas, paladearlas, degustarlas. Hacerlo de la manera que más le deleitaba, le recreaba, con la que se relamía más extasiado, del modo que más le satisfacía percibirlo, disfrutarlas al máximo.

El día en que decidió retirarse del mundo peligroso y vertiginoso que tanto le fascinaba, el de la captura de Caperucitas, y formar una familia decente.

El dedicar su talento para convivir en paz, convertirse en alguien respetable, y camuflarse entre otros canes en un mundo plagado de presas que ya no eran para él.

El día que presenció el nacimiento de su cachorro, un pequeño Feroz, sano, hermoso que le robó el corazón.

El ver pasar miles de Caperucitas todas y cada una de ellas a su manera tan hermosas, delicadas,
suculentas. El resistir la provocación de embaucarlas, asediarlas, capturarlas, morderlas, catarlas, paladearlas, degustarlas.

El día en que percibió el jugoso aroma de aquella Caperucita que se había detenido frente a su morada. Hermosa, delicada suculenta, a su manera. Ese mismo día en que escuchó su dulce voz que le susurró, cercana, confiada, ingenua, inocente, crédula, candorosa, incauta.

El comenzar a acudir a expensas de todo a su encuentro, a escuchar las atrayentes, seductoras, fascinantes, maravillosas y hechizantes notas de la voz de esa Caperucita y comenzar a percibirla como una de las más hermosas, delicadas y suculentas, a su manera como nunca antes hubiera conocido.

El día en que reparó en que aquella Caperucita parecía era una de las mejores presas con las que hubiera topado, irresistiblemente dispuesta para ser embaucada, asediada, capturada, mordida, catada, paladeada, degustada, deleitada. Figurarse, soñar, obsesionarse en lo que supondría recrease, relamerse, percibir y disfrutar de su sabor, de su fragancia.
El despuntar de los primeros roces, las primeras caricias, marrullerías, agasajos.

El día en que la embaucó, asedió y capturó un primer pedacito. Lo mordió, lo cató, lo paladeó, lo degustó, le deleitó. La recreación obtenida con ello, la delectación en sus fauces relamidas, la percepción de aquella delicia, el disfrute de aquel gozo sin nombre, la suculencia de su sazón.

El encubrir todos los encuentros silenciosos, escondidos, adictivos que se reiteraron una y otra vez en los que ella le permitía recrearse, relamerse, percibirla y disfrutar. El volver a sentir como propia su misión en esta vida, el porqué de encontrarse en este mundo, cuál era su objetivo divino el de embaucar, asediar, capturar, morder, catar, paladear, degustar, deleitarse con, ahora sólo, esa Caperucita perturbadora, provocadora, alteradora.
Aquel mismo día, horas antes. El último encuentro adictivo, encubierto, escondido y silencioso. La sangre inyectada en sus ojos, la saliva inundando sus fauces, la voracidad oprimiendo sus sentidos, la avidez invadiendo su conciencia. El abrir de par en par las fauces y engullirla. Ese momento de sopor, letargo, enajenación y goce absoluto que había supuesto el bocado entero. El más hermoso, el más delicado, el más suculento de todos los obtenidos en su larga caza.

El instante precedente al desaliento sentido ahora, en que sus entrañas de repente comenzaron a revolverse, en que un dolor agudo penetró todas sus cavidades, en que un punzamiento paralizó sus extremidades, en que sintió esa incisión mortífera desde sus vísceras hacía el exterior, en que las fuerzas le abandonaron y se comenzó a sentir derrotado por la vida, abandonado, ligero, incorpóreo, tan leve como un suspiro.

Desde ese momento fronterizo con la muerte, viendo pasar eventos de su vida entera en apenas un minuto, aquellos que le habían marcado, y los que estaban perfilando ese instante vertiginoso que es el partir desde esta vida hacia el vacio, pudo escuchar la atrayente, seductora, fascinante, maravillosa y hechizante voz de su Caperucita. La más hermosa, delicada y suculenta que jamás hubiera devorado.
-Gracias amor mío, has sido el lobo al que embaucar, asediar, sentir el placer de sus mordeduras, de su manera de catar mi piel, de paladearme, de degustarme, de deleitarse conmigo con el que más me he recreado, me he relamido, al que he percibido y he disfrutado como ninguno-
Y acercando sus labios a su hocico, señalado por la mueca torcida de la expiración, consumir su último hálito en un dulce beso, atestiguado con un susurro melancólico:

- Mi vida, debieras haber pensado que los cuentos también han cambiado-


11 octubre 2007

THIRD CONDITIONAL (1)

Hoy es dia digno de nostalgia, porque hoy es la primera de las tres grandes dudas del tercer condicional de Sophia.
Tantas clases de inglés impartidas, de las que las últimas fueron las mejores de su vida, para que las palabras que le resultasen más inquietantes fueran aquellas de algún profesor olvidado que dijo del Third Conditional: Dicese de la estructura utilizada para dar rienda suelta a la acostumbrada imaginación del ser humano adulto de mirar al pasado e indagar acderca de "que hubiese sido de...si pudiera cambiarlo".

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiese llegado nunca a aquella cita, aquel paseo por un parque en el que le explicó los orígenes de la mujer llamada Sophia que conoció un poco más aquel día?

¿que hubiese sido de Sophia si hubiese escogido otro banco en el que sentarse desde el que no se hubieran sentido tan tremendamente cercanos?


¿que hubiese sido de Sophia si le hubieran hablado de otro agujero, no aquel en el que lanzarse juntos?

¿que hubiese sido de si Sophia si no se hubiera dejado mirar tan de cerca por esos ojos azules enormes que se escondían tras unas gafas, porque eran demasiado grandes y saltones?

¿que hubiese sido de Sophia si no hubiera cedido a probar esos labios pequeñitos y regordetes, que saben dar besos más dulces que la propia miel y que les encanta jugar saboreando muñequitos de goma como ella de arriba abajo, esos que han sido, son y serán su perdición?

Aún quedan dos dudas torturantes más....


El resto ya no se hubiera podido cambiar, no hay nada más que celebrar o lamentar.

07 octubre 2007

ATLAS

Atlas, el Titán. Zeus como castigo a tu rebelión, te condenó a cargar para siempre en tus espaldas el peso del mundo entero, el de la tierra y del firmamento.

Él sonríe, ella no quiere, pero sonríe. No puede evitarlo, su brillo resulta superior a su fuerza de voluntad. Aunque intenta olvidarlo siempre lo recuerda, aunque intenta evitarlo siempre regresa, para dejarse cegar con él.
Se miran a los ojos, en cierto modo rencorosos, en otro cierto hambrientos, pero acostumbrados a controlar el ayuno. Se revisan los labios de soslayo, esos que están imantados, pero que esta vez no se han acercado para caer en la atracción de dos polos como son, opuestos. Ella trata de saciarlos, mordisqueándolos. Él trata de retenerlos, salibándolos. Él, la prudencia. No confía en osar a comerselos ¿ella querrá? La abandona demasiado tiempo, es consciente de ello. Ella, el autocontrol. Sigue empañada del vaho de su último estallido en vesanía, en dispersión, volatilizador de adioses que ambos saben, un día serán definitivos, duraderos, perdurables e imperturbables. Volver a probarlos la desmontará antes de lo debido, antes de decir lo que quiere decir, antes de saber lo que quiere saber. Necesita de la templanza para seguir siendo cuerpo y mente y no torbellino implacable.

Las palabras, vanas. Las miradas, vacías hacia la lejanía, la letanía del vacío que hay bajo sus pies, en ese rincón del mundo dónde nadie los percibe, aún. Como es cada vida, son llanas. Como sus día a día, en la distancia. Miles de otras enredaderas enlazadas, trenzadas, anudadas, encordadas, enmarañadas, que encadenan sus vidas a otras realidades, pero que aflojan su presión cada vez que se encuentran.

Quiero tres respuestas
Ya empiezas. Sonrisa incómoda.
Si, lo hago. Testarudez.
Ya sé que me vas a preguntar. Ya lo sé. Satisfacción
Si me gusta lo que contestas, podrás hacer conmigo lo que quieras. Demagoga.
Preparadas, mal hecho. Molesto.
Mal hecho, como siempre hago. Convicción.
Venga dime. Nerviosismo. Nicotina
Se me han olvidado. Histeria. Alquitrán.
Es mentira. Escéptica.
Te advierto. Gustarme las respuestas no es sinónimo a que intentes decir lo que creas que quisiera oír, sería un error.
Dime y acaba.
Escucha y comienzo.

¿De veras soy yo quien te altera? ¿De veras si no sabes nada de mí, si no conversamos vives indolente en tu mundo?
Sí, cierto.
¿Cómo eres capaz de decir eso?
Segunda pregunta
No, no lo es. Es fruto de la primera. ¿Cómo puedes decir falacia tal? Tú me buscas, eres tú quien renaces a la luz y vuelves en mi busca. Porque sabes que me encuentras. Eres tú quien provocas ese reto para ti que soy yo.
Si, lo reconozco, no es del todo cierto. Sé que estás, pero me contengo. No, no hables con ella. Me digo. No, no lo hagas. Me repito. Si lo haces te desplomas y sucumbes. Tú también estás más tranquila cuando no sabes nada de mí, ¿verdad?
Si, lo estoy. No me ha gustado tu respuesta
¿Cómo puedes afirmar tal cosa? Enojado.
Porque has intentado engañarme. En un principio.
Pero…
No has de justificar unos peros. Al final has acabado diciendo la verdad. La segunda.
La segunda.
Si sabes que me dueles, si sabes que te sufro ¿por qué no me dejas en paz, ahogada en mi propio desasosiego? Súplica.
Porque no puedo. Tajante
¿No puedes? Incrédula.
No puedo. Y que crees, yo también sufro, para mí tampoco es fácil. Pero yo no hablo, y guardo silencio. Simulo. Yo también siento dolor, pero espero se vea, se sepa. Pero aquí me tienes, una vez más, aquí estoy, aquí de nuevo. Una vez, y otra vez, y otra más, y otra, y otra. Un botarate. Un ápice de desespero e irritación.
Tú también sufres.
La última.
La tercera. Cuando sientes deseo de mí, ¡Por qué no lo contienes! Reverencía a quien debieras, hazle sentir tu pasión y hazle feliz. ¿Qué te doy yo? Yo soy un ser normal, simple y sencillo, en absoluto especial.
No, no lo eres, eso es lo que estás empeñada en creer tú.
¿Por qué conmigo? Mejor con cualquiera otra, que no se retuerza, que no se queje, que no solloce, que se conforme, que no sufra, que no pida, que no suplique.
Si es cierto, me resultas molesta. Me acongojas, me saturas, me importunas. Pero no puedo evitarlo.
No lo entiendo, además ni siquiera sientes la certeza de saber si estoy disfrutando contigo hasta lo más sublime! Lo dudas, no lo reconoces, vacilas.
Puede que eso sea, tanta incertidumbre. Sólo sé que me encanta verte, me encanta estar contigo, me encanta que charlemos. Verte, estar contigo, charlar y amarte. ¿Y tú? ¿Y yo a ti?
Lo sabes, de sobras. Sabes lo que siento…Congoja. Y sabes que sí, que el amor contigo es, es. Es.
En el fondo aunque no quiera reconocerlo hay descarga. Alivio. Liberación. Sosiego.
En la superficie ha aflorado sin remedio una recarga. Ansiedad. Penitencia. Inquietud.

Se miran a los ojos, evadido el rencor, famélicos, ya no soportan el ayuno. Se desviven por sus labios desafiantes, imantados, que se presienten a través del aire cargado del deseo que sienten, de la llamada de dos polos opuestos. Ella los retiene, los saliba. Él los sacia, los mordisquea. Él, la impaciencia. Comerlos, necesita comerlos. Ella quiere, él sabe que quiere. El abandono a la que la somete, con la que la tortura, la hace si cabe más apetecible en el rencuentro. Ella, perdida, maltrecho el autocontrol. ¿Qué adioses?
Se coloca, frente a él, cabeza gacha. Mirada escondida. Se abren esas largas alas, se despegan de su cuerpo mostrando ese ángel espigado que él desea tanto. Absolutamente hermosa ninfa en su extraña neutralidad imperfecta. Rendida, dócil, servil, obediente.
Aquí estoy, aquí me tienes. Soy, toda tuya. Haz conmigo lo que quieras.
Cada palabra tiene sentido. Las miradas, abrumadas de deseo no ven más allá de sus propias aureolas que no dejan ningún espacio vació. ¿Qué vidas más había? Se difuminan esos día a día en la distancia, se destrenzan esas otras enredaderas desenlazadas, desanudadas, desencordadas, desenmarañadas. Se han disipado las cadenas, porque se acaba de ligar otro eslabón que mientras se funde lo eclipsa todo.
Mi recompensa. Sí mía, mía.
La toma. La atrapa entre sus garras, que con ella son capaces de sembrar caricias. Acerca sus labios ardientes y arroja los más dulces besos, nacidos del calor de una lujuria entre tinieblas, que desemboca materializado en unas extrañas y desconcertantes para él, ternura y devoción.
A los polos ya no los separa ni un hálito. Las rodillas se han doblegado.

Todos somos Atlas, pero de carne y hueso. Aunque en nosotros el peso de nuestros deseos, mayor que el del propio mundo, doblegue las rodillas de nuestra voluntad.

04 octubre 2007

DÉJÀ VU

Mi vida es un Déjà Vu
En mi vida todo vuelve como siempre vuelves tú
Pero hoy quien vuelve soy yo
(...continuará...)
(...volverá...)