Así debéis hacer vosotros:

Manteneos locos,
pero comportaos como personas normales.
Corred el riesgo de ser diferentes,
pero aprended a hacerlo sin llamar la atención.

Así debieramos hacer todos...

24 junio 2007

VOYEURS

La noche anterior había decidido que ese día sin trabajo, ese día de relax debía ser un día bien aprovechado. Romper el estrés diario, dormir hasta que mi cuerpo dijera basta y hacer durante todo aquel día en voluntaria y desacostumbrada soledad lo que me placiera.
Pero aquella mañana mis ojos volvieron a abrirse una vez más a las seis de la mañana. Di una vuelta, dos, tres y fui incapaz de volver a caer dormida en esa solitaria cama. -Es frustrante, sólo para mi, este día era sólo para mi, y comienza así, en un fracaso-. Derrepente me asaltó la necesidad de sentir el aire, de correr. Sí eso, haría lo que no hago nunca y podía hacer, salir a correr. -Es una lástima no aprovechar el tener el bosque cerca para salir a correr, anulará mi ansiedad-. Me calcé las bambas, unas mallas, el MP4 y salí a por ello, a correr.
Después de 15 minutos corriendo, ya por la pista del campo de tiro ví un coche en uno de los salientes del camino, en un terraplen inferior, semi-resguardado, bajo unos enormes pinos que lo ocultaban del camino. -¡voces!- Hasta el momento no había pensado en lo sola que estaba y que podrían pasarme mil cosas. Me tranquilizó el descubrir que una de ellas femenina, me sentí más segura. Ya caminando agazapada descubrí en mi una curiosidad hasta el momento ignorada. Entre los pinos y los matorreles descubrí un rincón desde el cual no se me vería ni desde el camino ni desde el vehículo, desde el cual yo sí vería por encima todo el lateral del vehículo, nuevo, sus ventanas, su interior. Y allí estaba yo plantada, de cuclillas mirando de soslayo la escena que pasaba por debajo mío.-Que demonios estoy haciendo?...Estoy mirando-
Ella era guapa, de estatura mediana, muy morena, con una hermosa melena castaña. Iba arreglada pero informal. La falda floreada por las rodillas que vestía marcaba unas moldeadas curvas en su casi extrema delgadez, unas nalgas duras, un culo firme. -Me gustan esas piernas, muy largas, acentuadas por un tacón fino, delgadas pero musculadas...Vas de camino al trabajo, vas a alguna oficina, como suelo ir yo!-. No tenía mucho pecho, pero tenía. Su espalda era ancha, y sus brazos muy delgados, pero se marcaban los músculos de sus pequeños brazos. Tensos. -¿Cómo es él?- Estaba preparando algo en el asiento trasero.
Ella abrió la puerta trasera tras el copiloto, se descalzó, subío los pies al asiento, abrazando sus rodillas demostró el sueño que tenía. -No me lo puedo creer, son las siete de la manana y allí tengo una pareja de adultos dispuesta a echar un polvo! Amantes desesperados, amantes del desespero- Entonces salió él un segundo del coche. Delgado, no muy alto. Era joven, andaría como ella, por los primeros treinta. -No tiene nada especial a simple vista, ¿a quien engañas con este hombre?- Por un momento me pareció cruzar con él una mirada, me encogí. Pero no, no me veía, pero comprendí –Qué magentismo más extraño en estos ojos, que manera de mirar. Está marcado, tiene una marca que le hace diferente-. Era magnetizante. Dejó algo grande en el suelo de piloto y entró con ella, al habitáculo trasero.
Estaban uno al lado del otro, dando las espaldas contra los respectivos cristales. A él lo vislumbraba frente a mi. Le sonreía, la sonrisa era dulce pero hipnótica. Acercó su cara a la de ella y la comenzó a besar en la boca. El beso era suave, húmedo, labios contra labios, calor contra calor, aliento contra aliento, ganas contra ganas. -No, no son desconocidos. Esos besos son de deseo, y tanto deseo sólo se forja en algo que conoces y te atrae. Y tan húmedo sólo cuando es un deseo goteado y prohibido. Sí, son amantes, seguro, adulteros, reincidentes-. Separó su cara de la de ella y la miró. -Es cierto, tus labios están hinchaditos cuando estás recien levantada-. ¿Sonaba dentro de mi cabeza? Y era cierto, ella estaba adormilada, pero muy bonita, algo escaso, una mujer bonita recien levantada. La boca de él era pequeña pero carnosa, igual de sensual que la de ella. Continuaron besándose, pero ahora el sabor de los besos se intensificaba. Las manos de ella sobre su cara, su espalda arqueada, su cabeza contra la ventana. -Jadeosss guturales-. Se besaban a la par que se revolvían, ya no veía las manos de él. Ella se abrazaba, se asía a su espalda. Y derrepente entrelazados aún, él se sentaba en el asiento y la tiraba hacia él con sus manos sobre sus nalgas. La sentó sobre él.
-Falda bien escogida! que pícara- Ajustada pero suave, no rígida, se deslizaba sobre sus piernas, ya a horcajadas sobre él. Sus bocas continuaban enmarañadas. Se separaban y los amantes se miraban a los ojos. Ambos entrecerrados, rasgados,- como sólo se rasgan los ojos arrastrados por el deseo ya inmersos en el juego del placer, del erotismo, del sexo. -Esas miradas que denotan que en ese momento no hay ya nada más-. Mientras le besaba el moreno hombro, lo lamía, lo acariciaba con los labios deslizó la camiseta y la depojó de ella. No esperó, de inmediato se abalanzó sobre el broche del sujetador. Estaba muy delgada, su vientre era duro pero no del todo plano, sus pechos pequeños, de enormes aureolas oscuras, de abultados y grandes pezones chocolate. Se abalanzó sobre ellos, metió uno en su boca, lo redondeaba con su lengua, lo mordisqueaba con los dientes. Ella se arqueaba hacia atrás, con el pelo derramado sobre su espalda, con los ojos entreabiertos, con la boca enrojecida y relamida, -satisfecha, anhelosa, contenta, excitada muy excitada-. Y volvió a incorporarse, abrazándole la cabeza y apretándole contra sus pechos, y el pelo sobre su cara, cubriendo la cara de él. Y la besaba en los labios y le lamía los pechos, y sus manos apretaban su culo con fuerza , que ya se medio descubría bajo la ya enrollada falda -joder que culo, me encanta, me encanta, me encanta tu culo- Se notaba, a él ella le parecía hermosa, atrayente, exotica, la deseaba, le encantaba hacerla suya. Y su cintura rotaba. Sus braguitas estaban en contacto con los pantalones de él. Estaba restregando su casi descubierto sexo, sobre el escondido de él. -Como se besan, como se restregan, como le chupa los pechos con ardor, y clava sus dedos en su trasero. Es delirio, ella está sientiendo delirio, su cara ha cambiado por completo, hay vicio, hay fuerza, hay posesión, pero hay adoración-. Apretaron durante unos largos instantes sus cuerpos con fuerza. Ella le arrancaba la camiseta y le aflojaba los pantalones mientras tanto. Y sus sexos se fregaban sin perder el compàs. Y le besaba el vientre desnudo de mujer, le dejaba su saliba llena de calor y exhalo de deseo. La alzó con vigor y con movimientos rápidos le bajó las braguitas y las arrojó en la bandeja, a la par que ella se despojaba por la cabeza de la falda. -Vaya, lo tienen dominado ya, ese coche seguro es escenario de sus errores convertidos en aciertos!! No hay nada más difícil que desnudarse en un coche-. Aprovechando que estaba incorporada le acabó de desabrochar con frenesí los pantalones y abalanzando de nuevo su torso y sus pechos sobre él, metió su mano bajo los calzoncillos de él. -Busca, busca y encontrarás-. La desdobla, -ummm la debe tener grande...ja-. En ese momento asomó su capullo bajo la goma de la cintura del boxer. Lo comezó a acariciar mientras lo miraba excitada y sonriente, a sacudirlo suavemente pero con los dedos muy prietos, a mojar con saliba los dedos de su otra mano, y con ellos acariciar el glande, masajearlo con cariño y delicadeza. Él sonria, le gustaba su manera de tocarle y mirarlo, pero más aún desviar su mirada y descubrirla a ella observando con esa apetencia, con esas ganas de meterla en su boca, esa boca hinchada, que gruñía, jadeaba, donde estallaba el eco de todos esos sonidos inarticulados, que no venían de la garganta, no del pulmon, sino de las entrañas. En eso momento se movieron, se incorporaron. Él me dio la espalda y la colocó a ella sentada, apoyada en la ventana, su cara con mi cara. Estaba excitadísima! Los besos de él la volvían loca, esos refriegues la mataban de ganas. Dispuesta para disfrutar y deseosa de ello.
Me remordió. -Esto es demasiado, me voy. No pero, no pero.....uf...le abre las piernas, veo su sexo abierto, rasurado, coronado con un recortado vello negro, enrojecido y casi tan inflamado como los labios de su boca-. Arrodillado, su señora, su siervo dispuesto a comer de su fruto a la par que le propina un placer arrollador. La cara de ella, pura expectación de algo que la volvía loca y la extasiaba. Comienzó a lamer su clítoris, meterlo en su boca y succionarlo. Como se revolvía. -Sí, es exquisito, electrizante-. Sonreir, jadear, relamerse. Mirarle, encantarle el panorama, el verle entre sus piernas, simular tenerle a sus pies, pura apariencia, en ese momento, así, abierta a él, mostrandole la parte mas descontroladora de su cuerpo, dejándola a su merced, la que estaba a sus pies era ella sólo ella. Lamido, succionado, besado y acariciado, todo su sexo, de arriba a abajo, mientras sus dedos acechantes se acercaban y comenzaron a introducirse en su vagina. -Se separa...La contempla! Él también es un voyeaur! Le encanta mirar como la masturba, y le encanta mirale a la cara y verla jadeante, exasperada, arqueada como un animal enganchado a esos dedos, que se coloca para sentirlos más clavados dentro de ella, y se agita. Y mueve los dedos dentro de su caliente y humedecida vagina. Se lo encuentra, lo está buscando y se lo encuentra. ¿dónde dicen que está ese punto g de la mujer? ¿oculto en el cuello del utero? Él sabe donde está el suyo, es increíble, es envidiable. Por eso ella está tan entusiasmada..... no me extraña ¿Sabrá encontrarlo en todas las mujeres que toca? ¿Me lo encontraría a mi?-
Y la masturbó, les gustaba a ambos, ella por el deleite físico intenso, él por el espectáculo, observar, mirar a una mujer que le atrae excitada y revuelta al borde del orgasmo, orgasmo y aún sin penetrarla. Un artista. -Yo también quiero, también quiero.....-. -Con la cara que ha puesto cuando ha descubierto su pene se notaba que le encanta meterlo en su boca, comerlo-. -Si, ya vendrá, ya vendrá-. Le mentía, él ya disfrutaba tremendamente con aquello.
-Vaya se reincorpora, que lástima. Pero si no ella podría quedarse así horas, sometida, con un orgasmo tras otro-. Mientras le cerraba y ladeaba las piernas la intentó penetrar de medio lado. -Que placer-. Pero era dificil, cuestión de limitaciones de espacio. Miradas deseperadas . Notar sus sexos desnudos, uno contra el otro, empapados, calientes, ardientes, pero no conseguir consumar lo perseguido. Persistentes, ya vencidos. Así que en un acuerdo implícito ella de nuevo acabó sobre él, de nuevo a horcajadas.
Mis rodillas estaban ya entonces clavadas en el suelo lleno de maleza. Sin harme dado cuenta de cuando habían agotado las fuerzas para mantenerme de cuclillas y sucumbir a la necesidad de arrodillarme a contemplarles. -Dos seres racionales convertidos en esa parte de uno mismo animal, instintiva, atraídos y atrayentes, descontrolados, enfurecidos, complementarios en un aquí, un ahora en la variable partida que es el placer...-
-¿Y ahora que? Está entrando en ella....mira que caras, se les acaba de disparar la adrenalina- Clavado ya en ella. El estremecimiento de ambos, el jadeo al compás, el beso extremado, breve pero intenso. -Es dolor, es color, es placer, es extasis-. Enganchados, ella subía y bajaba empalada en su verga. El movimiento no era en extremo rápido y convulso, no un vaiven violento. El disfrute del contacto de sus sexos, -lo apretado y caliente que me siento dentro tuyo- -Se han sentido más veces, y les enloquece, les engancha- -como completas mis paredes que te constriñen para sentirte clavado en todos los rincones de mi sexo lleno de ti- Círculos de su vaiven intensos, besos en la boca, los ojos, los pechos, los hombros. Se babeaban, saboreaban, sudados, -pero la sal de sus cuerpos es ahora para ellos elixir más dulce que la grosella-. Gemidos, caricias, jadeos, el abriendo y apretando sus nalgas sobre su pene inyectado en ella. Ella introduciedo uno de sus dedos en su boca, él lamiendolo, sacando la lengua, persiguiéndolo mientras le acariciaba el labio inferior y lo volvía a introducir en su boca para acabar abandonándola de nuevo, dejándola al abandono voluntario frente a sus pechos ya endurecidos de la excitación.
Sin parar, continuar sin parar. La cabeza de él acomodada en el cabezal, con los ojos casi cerrados, extasiado. Ella en pleno orgasmo. -Conozco esa cara de orgasmo intenso y sublime-.
Distensión, sonrisas, susurros. -Me voy a ir ya, para para-.-Si, ceso. Eso no debe pasar-. El armonizar de los movimiento de ella, de nuevo entre nosotros, recien llegada del limbo. -Ese beso es de ternura, le acaricia, no sólo es sexo, es atracción incontrolada, puede que hasta amor-. El movimiento parecía desaparecido, pero no, era casi imperceptible, pero sus miradas hablaban. Decían que pese a haber aminorado el ritmo, ella no había realmente parado. Dejar de moverse sobre él, para moverse por dentro, alrededor de él. –No, no está quieta no ha parado, hay movimiento, bombeo, interno, caliente, le está aprisionando-. Él parecía que por un momento se relajaba, haber conseguido sostener su orgasmo y su ida. Pero de inmediato empezó a jadear, a deseperar de nuevo. Tal vez la furia del momento se había esfumado, pero se estaba reemplazando por intensidad, sensación profunda y envolvente. Ella le estaba propinando un placer casi aún mayor. -Se te va a ir si no paras-. Pero ya le daba igual, el placer que estaba sintiendo sujetándolo cada vez más y más dentro de ella le podía, mordiéndole en esa profunda boca desdentada, sintiéndole preso dentro de ella le había puesto a cien de nuevo.
Él ya perdido, desplomada su voluntad, por los suelos. Ella sucumbida de nuevo a un orgasmo, pero diferente, controlado. Provocado por el su esfuerzo por manejar a su voluntad la musculatura de su caverna. Provocado y exacerbado por el enorme éxtasis de mirarle a él y comprobar el placer propinado, conseguido con ese movimiento imperceptible pero mágico y persistente en su interior. Excitarle tanto el sentirle dentro y a la par conseguir hacerle llegar de ese modo, sólo por hallarse acogido dentro de ella, que su sexo comenzó a vibrar aún con más fuerza, calor y constreñimiento. Temblores, apretarse el uno contra el otro, clavados sus dedos sobre su pequeña espalda, apoyadas su manos sobre sus muslos para poder erguir su espalda y mecerla adelante y atrás. Corriéndose los dos, corriéndose y sintiendo un orgasmo sincronizado, ido y jadeante el de él, testigo el de ella de la mueca de placer en su cara, y delirante al no poder dejar de observarle en su deleite ajeno pero propio.-Ella también es una auténtica voyeaur, se acaba de correr y llegar al orgasmo a la vez por poder haberle observado a él en su propio, único y precioso orgasmo- . -Ya puedes cerrar los ojos, ya ha llegado-
-No hay nada más abrumador para un hombre y una mujer, tan diferentes en sus maneras de sentir el sexo que llegar a un orgasmo y correrse juntos a la vez, cada uno a su manera, tan ajena pero tan ligada. Eso es, eso es lo que engancha a dos personas a perseguirse en el juego de la carne-
En ese momento ella se dejó caer sobre él, mecidos, besándose con ternura, con complicidad, con satisfacción, el ardor disipado pero saboreado, escapado entre los miles de jadeos y gemidos propinados al aire cargado de erotismo.
Me incorporé de sopetón, entumecida, las piernas dormidas, el sudor pegado en mi ropas. De un salto salir corriendo, atravesar la maleza sin dilación. Y correr, y correr y alejarme camino abajo, de vuelta por donde vine. -Aléjate, corre, corre aléjate de ellos- No había corrido tan rápido en ningun momento de la ida.
-No quiero verlos más no quiero verlos más. No quiero ver como caen cada uno a un lado del asiento extasiados y abrumados. No quiero ver como despertando del sopor se besan de nuevo, mientras comienzan a revolver la ropa esparcida por todo el coche para volver a enfundar con una coraza sus cuerpos. No quiero ver como se encienden un cigarro, se lo fuman a medias, como conversan brevemente. Como se calzan, recolocan las cosas y vuelven a los asientos delanteros. No quiero ver como se ponen el cinturón y arrancan. No les quiero ver bajando el camino, cada uno en su recuperación propia del momento. No quiero ver como se detienen ante un coche aparcado. No como vuelven a mirarse a los ojos mientras sus bocas no paran de pronunciar palabras que ya no escucharé dentro de mi cabeza. No quiero ver como se besan una última vez. No la quiero ver a ella bajando del coche y tratando de recomponer su cara, su cabello. No a cada uno arrancar su coche y tomar la carretera camino a la principal. Y sé que aunque quisiera no vería como ambos llegan a algún punto del camino, en que cada uno toma una dirección y se apresuran a llegar donde les están esperando, con el sabor del otro en la boca, el olor del otro en sus cuerpo, sus sexos descargado uno, inundado el otro. No con una manera diferente y abrumadora de comenzar el rol que les ha tocado desarrollar a lo largo de ese largo día.-
Ya podía dejar de correr, ya no iba a ver lo que no quería ver. Jadeante, agotada. Una ducha, mi reino por una ducha, para despojarme del sudor de mi cuerpo, para acariciar mi sexo con el agua, ese sexo mío ahora inundado y extasiado, porque había recordado que era sentir lo que los amantes ignorados por todos sienten. Mi ansiedad disipada. Haberlos visto había conseguido que me excitira, me humedeciera, me corriera suavemente y hasta el momento no me hubiera dado ni cuenta, porque mi sexo estaba todo concentrado en el placer que me estaban obsequiando mis avergonzados ojos espías y expectantes. Ese día ahora si iba a ser sólo para mí, como ese espectáculo lo había sido. Ese día ya había sido de provecho, y sólo acaba de empezar.


1 comentario:

Avalon dijo...

Wow... he quedado boquiabierto... de donde salen tantas ideas?! como es que cada vez que escribes de sexo, parece todo tan diferente?... Eres una diosa del Sexo Sophia... Todo lo que quieres transmitir, llega de manera perfecta.