Así debéis hacer vosotros:

Manteneos locos,
pero comportaos como personas normales.
Corred el riesgo de ser diferentes,
pero aprended a hacerlo sin llamar la atención.

Así debieramos hacer todos...

11 febrero 2007

VEINTE MINUTOS PARA RECORDAR LO OLVIDADO

Veinte minutos. A veces veinte minutos pueden saber a diferentes cosas. A veces pueden resultar un breve espacio de tiempo, otras una insoportable eternidad. En este momento son un suspiro de dulce sosiego. La imperiosa necesidad de la liberación que la soledad ofrece a los corazones atormentados. Y éste, ¿por qué se atormenta? Porque está dividido, entre lo que quieres y tienes y lo que deseas y amas sin ser tuyo. Respira el silencio, saboréalo, escúchalo y déjate tocar por él. Sabes que sólo son veinte minutos, pero serán suficientes.
Busca la excusa a tu pequeña huida, tu coartada. Papeles, algo trivial, algo superficial. Abre ese cajón, puedes encontrarla allí. No la encuentras. Puede que en otro la halles. Papeles, lo que buscabas, cuantos papeles guardas sin importancia alguna. Pero debajo de todos ellos encuentras algo ¿tu pretexto?
De repente entiendes lo que tienes entre las manos te das cuenta de que necesitas que parte de esos veinte minutos revisen esos recuerdos ahora olvidados. Estaban allí para que volvieran a ser encomendados a tu memoria.
Son tus propias palabras, escritas en un pasado no tan lejano.
¿De qué hablaste en ese momento?
De amor, de tesoros, de lo más grande que nunca hubieras conocido, de las piezas de un puzzle llamado amor, del querer a alguien por él mismo y por lo que te hacía sentir: tú misma, de tu autenticidad en aquel momento, de lo que no pudiste esconder, de lo que no pudiste callar, de las grandes sonrisas, del encanto, de los espejismos, de sueños, de las necesidades satisfechas, de la incerteza del corazón ajeno, de la felicidad de uno al lado de otro, del agradecimiento, de las cosas especiales, de los pensamientos leídos, del miedo. De palabras que ni añadían ni quitaban, que no cambiaban lo que sentías, lo que veías, porque eran los hechos y no aquellas palabras las que construían.
Tus lágrimas compiten por ser las primeras en atravesar tus pómulos y ser saboreadas por tus labios.
¿De que estás hablando ahora?
De las palabras de hoy que ni añaden ni quitan, que no cambian lo que sientes, lo que ves, porque son los hechos y no las palabras los que construyen. Palabras como miedo, pensamientos leídos, cosas especiales, agradecimiento, la felicidad de uno al lado de otro, incerteza del corazón ajeno, necesidades satisfechas, sueños, espejismos, encanto, grandes sonrisas, de que no puedes callar, no puedes esconder, autenticidad de este momento, de sentirte tú misma, de querer a alguien por él mismo, de piezas de un puzzle llamado amor, de lo más grande que nunca has conocido, tesoros, amor.
Mientras saboreas la amargura, ves caer al suelo tu coartada hecha añicos. En veinte minutos has recordado lo que tal vez nunca fue olvidado porque nunca quiso ser pensando. Nunca recordado.
QUE SIEMPRE HAS SIDO TÚ.
¿Qué siente ahora tu corazón sabedor de la verdad?
(...)
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